Cuenta la vieja historia, aún rodeada de mitos y costumbres. Que, Cristo de Locumba, llego al antiguo labriego de locumba, montado sobre dos mulas. Que llevaban consigo cargadas, dos extrañas cajas. Las cuales decían: era una para locumba y otra para el valle de Sama (ubicado kilómetros más abajo- camino al valle de Tacna)
Se dice que nadie sabe cómo ni de donde llegaron aquellas bestias hasta el pueblo. Al ver los pobladores, aquella extraña carga, buscaron con insistencia al arriero que traía aquella misteriosa encomienda.
Luego de mucho buscar, sin éxito alguno. Por fin, uno de los curiosos se animo a abrir las cajas y descubrir tan intrigante misterio. Y así, una vez abiertas las cajas, encontraron dentro de ellas; a dos bellos Cristos del calvario.
Estos, como lo habíamos señalado, eran según decía la descripción: uno para Locumba y otro para Sama. El de Sama era particularmente más grande que aquel que correspondía al pueblo de Locumba.
Revelado aquel misterio para el pueblo. Recorrió entre el bullicio de la gente. La idea de quedarse con el Cristo más grande y enviar en camino el Cristo más pequeño a su equivocado destino (antes ya marcado).
Fue
así que volvieron a cargar la caja sobre uno de los jumentos y lo
obligaron a seguir su camino hacia el valle de sama. Cuentan, que
aquellas mulas, se habían posado sobre la sombra de una palma y que de
aquel lugar no querían moverse. Pese a los fuertes arreos dados por los
pobladores.
Se dice entonces: Que otro arriero, en camino por el pueblo, se ofreció a llevar dicha carga hacia su destino. Ofreciendo una de sus mulas para tal encomienda.
Así partió este con la carga hacia Sama.
Sin embargo, luego de recorrer algunos metros. Se cuenta que aquella bestia se planto en el camino y dejo su andar y con ello el viaje del pequeño Cristo, que llevaba sobre su fuerte lomo.
Visto aquel misterioso designio divino. Comprendieron los antiguos pobladores. Que, aquel Cristo pequeño, pertenecía verdaderamente al pueblo de Locumba. Cargaron entonces sobre el animal el Cristo de sama y aquella bestia antes inerte: comenzó nuevamente su pausado andar, hacia su destino final.
Mientras tanto, las primeras mulas, que trajeron consigo aquel extraño y divino designio. Se encontraban descansando a la sombra de un árbol de palma. Sin intenciones de partir ni reanudar su camino. Fue así, como se dice: Que, Cristo de locumba, se convirtió en el “Cristo del palmar”. A partir de ello, muchos milagros se concederían, bajo su gracia y divinidad.







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